Me acostumbre a tu cuerpo,
a su temperatura y aroma
A besarte los
parpados,
también, a retenerte
las pestañas, presas,
entres mis labios
y rozarlas con la punta de la lengua,
como si no quisiera tocarlas.
A perder la mirada
en el perfil de tu nariz,
al sabor de tu saliva,
cuando te muerdo, con ternura,
el labio inferior.
A separar el pelo,
de tu templada nuca,
con mi cara,
para regarla de mordisquitos
hasta bucear con mi húmeda,
en el laberinto de tu oído,
provocándote desordenados escalofríos.
A jugar con tu pezón izquierdo, ya crispado,
que levantaba las envidias del derecho,
igualmente recompensado.
A escurrirme por tu vientre,
ancho y maternal,
hasta sorber
de tu fruto, de dulce
humedad salada.
A quedarme en ti
hasta morirnos,
haciendo estallar el rítmico
murmullo de tu lujuria
y la descontrolada risa
que me provoca el ocaso.
Me acostumbre a tu geografía,
equivocado, como si fuera mía.
ha de ser, previamente, autorizado por el autor)
Una bella costumbre... de las pocas bellas.
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