Nací de una noche de dudas
y de ellas me sigo haciendo.
No hay certeza más tenaz
que la acompañada de una interrogación.
¿Qué nos forma más
que el desconocimiento?
¿Acaso no es la duda
el camino del encuentro?
No existe la perpetua certeza.
Claro, ya sé, que el dolor es cierto,
tanto como las células agitadas
lo son, por efecto del amor.
Cierto es, igualmente, que la natalidad
como la muerte, también son ciertas,
son lo más cierto de todo.
Pero aquello que transita
entre uno y otro acontecimiento,
está plagado de las eternas dudas
y estas, cuanto más somos
menos certezas encuentran.
De pequeño, era un mar de preguntas
y a cada respuesta, me asistían otras,
que agotaban a las personas adultas.
Más tarde, cuando me cambió la voz
y la barba ocupó mi cara,
entrando, así, en el mundo del adulto,
creía tener certezas para cada pregunta.
Ahora, que el cabello me abandonó
y la piel ha cambiado su tersura por surcos,
las respuestas se perdieron en ellos
y vuelvo a ser campo de dudas sembrado,
pero de aseveradas respuestas yermo.
De Ángel Rebollar (Toda reproducción, total o parcial, del contenido
ha de ser, previamente, autorizado por el autor)
