viernes, 31 de enero de 2020

LA MEMORIA DORMIDA

            (A aquellas mujeres que durante 40 largos e interminables años de dictadura, durmieron su memoria, más íntima, en una cajita de latón)

Julia guardaba su memoria
en una vieja y oxidada cajita
que tiempo atrás,
cuando fueron felices los días,
cobijaba bombones de almendra,
chocolate y licores, regalados para amar.

Aquella caja de hojalata,
a pesar del transcurrir del tiempo,
aún dejaba recordar,
entre desconchones de óxido,
a dos amantes que, abrazados,
perdían sus miradas en la mar.

Todas las noches, 
de cada estación del año,
cuando el sueño vencía a sus hijos
y su intimidad era libre,
Julia, iba a su encuentro
rauda y sigilosamente.

Al hurtar la cajita de su escondite
para abrigarla en la calidez de su pecho,
al instante, conmovida y anhelante,
ráfagas de escalofríos
sacudían su columna vertebral,
humedeciendo su mirada enamorada.

Según la abría y desenterraba el contenido,
su corazón cabalgaba desembocado
al desplegar la última misiva de Ramón
y este, paulatinamente, tomaba vida
para despertar la memoria del sueño,
llenando de recuerdos la estancia.

Notaba entonces, el calor de sus abrazos,
aquellos besos que humedecían sus labios,
las caricias de sus recias y masculinas manos
que la estremecían, excitando
todas las células de su extensión
y sobre todo, el olor de su cuerpo,
dulce y fresco a lavanda, después del baño,
que impregnaba toda la habitación.

Julia dormía entonces, con sus anhelos,
mientras Ramón le susurraba,
templandole con su aliento la nuca, 
vehementes palabras de amor y deseos.

                De Ángel Rebollar  (Toda reproducción, total o parcial, del contenido,
                                                 ha de ser, previamente, autorizada por el autor)