jueves, 1 de septiembre de 2022

LO QUE APRENDÍ

 Es seguro que no hago las cosas
como cuando tenía 35 años.
Es cierto que ya la prisa no es tanta.

Aprendí, hace algún tiempo,
que nada sucede como uno desea,
cada hecho busca su momento
y el espacio, en el que se ha de materializar.

Lo acontecido elige como enraizar,
más allá de la propia,
con otras voluntades ajenas,
cosiendo y mestizando los hechos del azar.
De nada sirve la tozudez de doblegar,
imperativamente, la cosa deseada,
porque al final, si no comprendes como se realiza,
sentirás que la vida te defrauda
y no podrás buscar otra salida.

Aprendí a dejar que la vida me sorprenda,
a apreciar que los hechos son relativos
que nada es inflexible, 
ni de una sola manera,
ni blanco ni negro,
ni duro ni blando,
que la oscuridad absoluta
siempre tiene un punto, 
aunque sea difuso, 
de luz oculta
y que la claridad más radical
tiene lunares oscuros.

Aprendí que mi mundo, el que busco
y deseo, tan solo existe en mi interior.
Necesité tiempo para ir al encuentro
de la razón de las cosas 
que ahora entiendo,
que los meses son los días amontonados
y aquellos lo hacen en años.
Que un segundo puede durar una vida,
como se puede transformar en la nada.

            De Ángel Rebollar (Toda reproducción, total o parcial, del contenido
                                        ha de ser, previamente, autorizado por el autor)

EL AMOR. DULCE DROGA

 Hay momentos, 
olores, sabores, personas
que se quedan ancladas
en esos rincones de nuestro ser,
a los que solo se llega por difíciles
y extraños vericuetos
que, el conocimiento desconoce.

Se quedan allí agazapados,
acogidos y dormidos,
pero cuando despiertan,
por un no se sabe qué,
te llevan inevitablemente
a territorios de dulce paladar
y revives y vuelves a ser aquel,
el que fuiste en aquellos, de ahora,
instantes a los que regresan
los vaporosos recuerdos.

Cuando estamos bajo el influjo
del amor, la vida es ligera,
la lluvia no incomoda,
el paraguas es un inútil artilugio,
pisar los charcos es lo más divertido.
Las adversidades que agobiaban,
ahora, simplemente se viven
y llevan de manera ligera, 
se resuelven sin inconvenientes.

Aquellos que pudieran ser defectos,
de quien amamos, se tornan
en agradables virtudes particulares
que hacen, a las personas, seres únicas. 

El amar es tan necesario
para una vida saludable
que, cuando hemos amado,
como solo cada cual sabe,
no podemos dejar de hacerlo.
El amor es una droga dulce.

             De Ángel Rebollar (Toda reproducción, total o parcial, del contenido,
                                         ha de ser, previamente, autorizada por el autor)