El manzano de mi prima
se ha cansado de dormir
y a pocos se despereza,
al llegar la primavera,
para recomenzar a vivir.
El invierno ha sido duro.
Este año las nieves fueron su abrigo
que al derretirse avivaron
sus férreas raíces calentadas por el Sol
que también calentó
las ramas y el tronco secó.
De su ramaje desnudo
empezaron a brotar,
al principio, pequeños nudos
preñados de primavera
de las que estallaron nacimientos
de flores blancas y rosas,
dando vida a hermosos racimos.
Pronto de sus entrañas
el fruto ácido saldrá
y de él, se desprenderán
pequeñas manzanas
para hacer rica compota,
con la que engolar la boca
y alimentar las vísceras.
Volverá, de nuevo, a perder las hojas,
para convertirse en la sombra del recuerdo
y seguirá cumpliendo su ciclo
que apasionadamente reitera,
satisfaciendo, de tal manera,
lo que la naturaleza demanda.
De Ángel Rebollar López (Toda reproducción, total o parcial, del contenido
ha de ser, previamente, autorizado por el autor)
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