jueves, 19 de mayo de 2016

LLEGAN NIÑAS Y NIÑOS

Llegan niñas y niños mojados,
que duermen sin sueños
en las arenas de las playas,
niñas y niños que no pintan flores,
ni a sus ídolos animados.
Niñas y niños que solo dibujan aviones
que se desgranan en bombas,
que pintan cielos sin estrellas
pero que escupen balas.

Llegan niñas y niños que se pierden
por caminos desconocidos,
en los que mafias los detienen.
Niñas y niños que lloran en silencio
pero que se despiertan a gritos.
Niñas y niños licuados en dolor,
pero cátedros del sufrimiento,
que tosen, con los mocos pegados.

Llegan niñas y niños que juegan en el barro
a la puerta de casas de tela,
niñas y niños de mirada triste
iluminadas, a veces, por ilustres payasos.
Niñas y niños que agradecen caricias
y se entregan a besos y abrazos,
con sonrisas francas,
tan necesitados de ellos.

Llegan niñas y niños nacidos presos,
muertos antes de nacer,
de ajenos destinos maculados.
Niñas y niños que no pueden entrar
en la Europa de las concertinas.

Llegan niñas y niños que son, solo eso,
niñas y niños queriendo vivir

                De Ángel Rebollar López (Cualquier utilización, total o parcial, del documento
                                                                    ha de ser, previamente, autorizado por el autor)

jueves, 12 de mayo de 2016

GRITO DE SOLEDAD

Diaria y cotidianamente
con incansable rutina,
por una necesidad incontinente,
una mujer, de edad madura, 
se asoma a la ventana
y grita su irreverente discurso,
todos los días, a la misma hora.
Estremece la claridad de su voz,
la energía con la que escupe sus proclamas,
su verbo ágil y preciso,
de fuerte y clara contundencia.

Se asoma a la ventana abierta, para lanzar,
con brillante vehemencia, sus quejas
de dolorido contenido social.
Su odio ha hecho un nido clarividente
de lúcida paranoia
que, necesita manifestar expansivamente.
Desde la ventana, sus gritos se acunan
con datos contundentes.
Espanta así, su intima soledad.

Nadie comprende su mundo
y se rebela contra esa cárcel,
de aislamiento invisible.
La aparente indiferencia del entorno, 
la vuelve violentamente incomprendida,
da miedo a sus vecinos
y los cabrones asustados,
se protegen con gesto represivo
llamando al 091,
ella, los desafía sin respeto.

Al final su ausencia.
Después de ocho años
de combativos mensajes sociales,
la ventana se muestra cerrada y muda.
Me martillea la duda de su incierto silencio.

¿Le habrá vencido el terror
que produce tanta soledad desatendida?

              De Ángel Rebollar López (Cualquier reproducción, total o parcial, del contenido
                                                             ha de ser, previamente, autorizada por el autor)