sábado, 15 de abril de 2017

EL NIÑO DE LA LUNA


Se hizo de noche en el parque aquel,
una noche, de húmedo calor espeso.

La hierba invitaba a tumbarse en ella,
para refrescarme
en la humedad de su sudor.

La Luna majestuosa, inmensa,
ocupando todo el cielo,
se dejaba ver entre las ramas,
en plena fotosíntesis,
de aquel árbol tatuado.

Ella, acababa de irse
y todavía saboreaba su miel en mi boca.
Rory Gallagher tocaba para mí,
y yo, miraba aquella Luna encendida
que sosegaba, nuestra reciente pasión.

Mientras, con la punta de la lengua,
repasaba los besos que
había dejado en mis labios
y sonreía, pensándote,
de aquella manera,
con la satisfacción que deja
el deseo cumplido, a los 16 años.

Rory entonaba Moonchild, y yo,
mirando aquella dilatada Luna,
me arropaba en su olor,
en las templadas formas,
apenas descubiertas, de sus pechos,
en el recuerdo de sus desesperados gemidos
abrazados a los míos
y nuestras cálidas humedades
ya tibias, por el incipiente rocío
y el aíre ligero,
que comenzaba a envolverlo todo.

Así, fui durmiendo la noche,
cobijado en tu recuerdo,
en el paraíso aquel, que
recientemente habíamos conquistado.

                           De Ángel Rebollar (Toda reproducción, total o parcial, del contenido,
                                                              ha de ser, previamente, autorizado por el autor)

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