viernes, 9 de octubre de 2015

12M-15M

  Me eché a la calle, en manga corta y con una pequeña mochila, la tarde era de bochorno
e iba a necesitar una de las capas de plesiglas abandonadas en el maletero de mi coche.

  El cielo se mantenía pertinazmente cubierto, pero se contenía, apenas dos gotas salpicaron
mi despoblado ápice, así se  mantuvo, espeso y plomizo, con algunos tímidos destellos
del rey astro. Aparcamos cerca de la estación de Atocha y nos dirigimos hacia la misma
plaza. Al abordarla entraban en ella, por la calle Embajadores, la columna del Sur ( Getafe,
Fuemlabrada, Móstoles, Alcorcón, Leganés, Villaverde, Carabanchel, etc.) una inmensa
catarata multicolor, con pancartas indicadoras, ritmos caribeños y cantadas consignas
reivindicativas ingeniosas, necesarias e inteligentes. Como a borbollones Atocha se iba
colmando, nutrida por la continua afluencia de la interminable macha, apenas se respetó
una pequeña media luna, donde, de la Avda. Ciudad de Barcelona, un torrente de
ciudadanos la ocuparon instantáneamente, acogido el echo con aplausos y gritos de
salutación con abrazos incluidos. Era la columna Sur b ( Arganda, Rivas, Vallecas, Santa
Eugenia, Moratalaz  Etc. ).

  Nos llamó la atención, al abandonar el vehículo, la poca gente que había por la calle.
Cruzamos Atocha en dirección al Paseo del Prado, con grandes dificultades lo alcanzamos
el paseo. A pocos metros, caminamos por la calzada y fuera de las multitudes en dirección
a La Cibeles, donde debía abocar la columna que ha de llegar del Este ( Parque de San Blas
hasta Manuel Becerra donde se juntaron con los que venían de Santa María, Pinar del Rey,
Prosperidad hasta el punto de hermanamiento mencionado. Ya juntos bajaron por Alcalá
hasta la fuente insignia, que cruzandola se encarrila, por la misma calle hasta la Puerta del
Sol. Llegando a la Plaza de Neptuno, nos cruzamos con pequeños grupos que se habían
separado de los llegados del este. Decidimos darnos la vuelta, para subir por la calle Atocha.

  La plaza seguía igual, pero la calle hasta donde se perdía la vista, allá al final de la larga
 y pendiente cuesta, por Alonso Martinez, era un hormigueo mullido, en todo el ancho de
calzadas y aceras, de ciudadanos que, en tono festivo y responsable, apenas se movían
del sitio, solo balanceándose al ritmo de los tambores y las consignas cantadas. Mucha
gente joven. Muy importante, quien haya asistido en los últimos años, con las gloriosas
dos o tres excepciones ( Nunca Mais, guerra de Iraq y 11M ), nos veíamos los mismos
miles de siempre, en el mejor de los casos. Años de caras repetidas, si no fuera por el
cambio que ejercen, el transcurrir del tiempo y las costumbres de dudosa catadura salubre,
dicho con una mueca de complicidad. Hoy fui casi un perfecto anónimo, nadie me conoció
y tampoco yo conocí, algunas caras standard que quitan polvo a imágenes pretéritas,
mezcladas y borrosas, de dudosa objetividad, solo ese leve vahído. El resto, multitud de
nueva energía que esta despertando al mundo adulto, con un concepto novedoso y
respetuoso de generar sus protestas, con las que una gran mayoría nos sentimos próximo
aunque solamente sea por su capacidad de convocatoria. Pues eso, que es buena señal, es
una buena alegría no haberme encontrado, ni con los que quedé en hacerlo, entiéndase el
sentido. Buena señal.

  Subimos como pudimos, pegados a las casas por la acera, intransitable, de la derecha
que al igual que la calzada habían cambiado, sus tradicionales colores grises, por un olas
de colores en constantes metamorfosis. Casi llegando al final de la cuesta, desaparecieron
los pequeños huecos, por lo que decidimos meternos a la derecha para buscar Huertas.















   

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