Se fue
Maru
cómo y
cuando decidió,
sin
hacer ruido
marcando
el camino de la coherencia.
Se
agotó en su lucha
contra
el cáncer cabrón,
fueron
años
echándole
un pulso de titanes.
Se fue
y nos dejó
yéndose
tranquila y sin dolor,
ayudada
por un médico
que le
ofreció dignidad en el óbito.
Tomó el
tiempo necesario para despedirse
sin
alboroto, sin drama, con clarividencia.
En su
tránsito se dejo acompañar
por el
canto y el ritmo de la guitarra
de su
hermano Rafael,
también
la acariciaron los de Katy Dada
que con
tanto sentimiento
nos
contó el dolor de Haití.
Los que
disfrutamos de su existencia
nos
quedamos con su esencia,
su
energía con nosotros
ya
definitivamente
ocupando
un lugar especial
en
nuestros corazones.
Se fue y se quedó
en
todos los que la disfrutamos,
merecedora
del descanso eterno
amada
sin caducidad.
Quien
no se separó de ella
acompañándola
siempre
en cada
minuto de su combate,
Ferdy,
otro ser único,
supo
enjuagar los malos ratos
sacando
sonrisas de los buenos.
Amados
los dos,
ejemplo
ambos,
con
ellos eternamente.
De: Ángel Rebollar ( cualquier utilización, total o parcial, del contenido
ha de ser autorizado previamente por el autor)
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