viernes, 2 de septiembre de 2011

HOY QUE NO ES ONCE

Hoy que no es once, tampoco marzo
y el 2004 ya pasó, se me aflojo el nudo,
comenzando a sudar los recuerdos.

Se levantó la mañana,
gris de invierno triste, trabajadora
todavía dormida, obligada
empujada por el esfuerzo del deber,
jueves, con la semana avanzada.

A la estación llego el destino,
casual, con cotidiana rutina
y colmo su estancia y camino
por las líneas de acero no encontradas,
de idéntico punto de partida y arribo,
paralelas, como el acechante futuro, próximo,
silencioso, acogedor de sueños y ensueños,
que en las cajitas encadenadas se dejan ir.

Cuerpos tapados, tan cercanos como distantes,
intercambios de miradas,
trufadas de recuerdos, deseos,
solo el constante e impropio discurrir,
estimula el desordenado instante,
cambiando el lugar con su monótono traqueteo,
aproximando el cobarde momento,
ajeno, decidido de antemano, premeditado.

Fuera, la lluvia mojaba los cristales
que dentro las respiraciones empañaban,
seguía marzo inexorable, avanzando, inconsciente,
7,36 en Madrid se abría el día,
y se apoderó el horror premeditado,
Atocha, El Pozo del Tío Raimundo,
Santa Eugenia y más Atocha.

Instante demoledor, vértigo de la locura
sueños rotos, deseos rotos, momentos rotos,
futuros rotos, cuerpos rotos, vidas rotas,
por vómitos de ira y odios equivocados
irreparables, el fin de los instantes.

Después llego la miseria
a hombros de los Cobos y  las Esperanzas  
cargando contra la dignidad,
de los las Pilares Manjón.                           

               De: Ángel Rebollar ( cualquier utilización, total o parcial, del contenido
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